La producción de comida para el ganado – y por lo tanto de la cría de animales en general – depende de la biodiversidad y, al mismo tiempo, juega un papel importante en la conservación de la biodiversidad. Desde el Neolítico, la agricultura y la cría de animales han incrementado significativamente la diversidad de paisajes y especies en Europa. El continente europeo solía estar cubierto de bosques; con la expansión de la agricultura nuevas características del paisaje surgieron, incluyendo campos, pastizales, huertas y paisajes cultivados (como praderas). Actualmente, más del 47% o 210 millones de hectáreas de zonas de cultivo y pasto, lo cual equivale a casi la mitad de la superficie en Europa (EU-27), son utilizadas para la agricultura. Consecuentemente, el 50% de las especies europeas dependen de hábitats agrícolas. Esta relación simbiótica y beneficiosa entre la agricultura y la biodiversidad ha cambiado fundamentalmente desde la década de 1950.